Historia del Río Ozama: Yoleros Cruzando Pasajeros de un lado a otro del Río (Cap.XXI)
El transporte de
pasajeros a ambos lados del río Ozama es histórico y era la vía más económica y rápida para miles de
ciudadanos.
Hace varios años, los viejos transportistas del
“concho” acuático cobraban cinco y diez centavos por un pasaje acuático. Con la
galopante inflación los precios también subieron, de 25 centavos a 50, y luego
cinco pesos, hasta situarse en diez.
En el año
2008 el “Concho” Acuático ya era de 10.00
pesos.
Esto se hacía de
la orilla del río del lado de La Ciénaga para transportar de un lado a otro a
un módico precio de diez pesos.
Para el mes de julio de 2008 empieza a disminuye el transporte acuático desde ambas márgenes del río Ozama.
Antes, cuando las
aguas del río Ozama eran limpias, puras y transparentes, las personas cruzaban
las márgenes de un lado a otro en rústicas yolas de madera, sin pagar un
centavo por el transporte, algunos iban a pescar, capturar cangrejos, a pescar
con cordeles róbalo, guabina, dorada, sábalo y tilapia, que para esa época eran
presas fáciles.
Era una vida
sencilla, pues había abundancia y parecía que nada amenazaba la vida útil del
río Ozama.
Muchas personas iban al otro lado del río, en la margen oriental, a trabajar en fincas donde pastaba el ganado, a buscar cocos de agua, naranjas, mangos, piñas, a cazar gallaretas, patos salvajes, rolones, yaguasas, guineas cimarronas o zaramagullones.
Para el año 2017, en este río habian yoleros que para ganarse la vida transportaban personas de un lado a otro.
Algunos viven del
mismo río, de cruzar personas a 20 pesos ida y vuelta, de recoger corotos para
revender, pescar, en fin, es toda una cultura, un mundo diferente.
Quienes hacen este trabajo transportando o cruzando personas de un lado a otro, logran ganar algo de dinero para comer, así manifestó un yolero que hace este tipo de trabajo en El Dique.
No utilizan combustible para movilizarse en el río con sus viejas yolas de madera. Reman a “mollero limpio”. Van y vienen de un lado a otro, según la demanda. Pero éstos jóvenes que viven del “concho acuático” también se quejan de la crisis en el transporte.
“Uno pica para comer, pero la cosa está mala, muy mala. Ya casi nadie se dedica a llevar gente en yola en el río”, vivencia de algunos yoleros narrando la historia de cómo viven transportando personas en el río Ozama de un lado a otro.
Santiago Amparo
relata que su sus brazos no se cansaban de remar la yola que por años había
utilizado como medio de transporte, cruzando personas de un lado a otro en el
río Ozama; y así se ganaba el sustento
de su familia.
Para el año 2015
contaba con 53 años de edad, y contó que en la década de los años 70, en su
tiempo libre, acompañaba a su padre a transportar por sólo cinco centavos
cuando en aquella época la comunidad de La Ciénaga, en la ribera del río Ozama,
era un campo lleno de lodo.
La mayoría de los
usuarios son personas que trabajan o realizan alguna actividad en la margen
oriental del río. Hay varios puntos, desde La Barquita hasta Timbeque. No hay
sindicatos. El precio es estándar.
Para el año 2015
el concho en yola en el río Ozama que era un medio de transporte para Cruzar el
río Ozama sólo costaba RD$15.00 pesos.
Para ese mismo
año 2015 en el lado de la Ciénaga, los yoleros estaban organizados en Federación de Yoleros llamada (Feyoci), que no tienen un local, ni
directiva, pero se agrupan para hacer reuniones y destinar los turnos y días de
trabajo.
Trabajan un día completo, de 7:00 de la mañana a 7:00 de la noche, en cada paso de yola laboran entre nueve y 10 padres de familia, dividiéndose los días de la semana y los que tienen libres los dedican a la pesca y al “chiripeo”.
Explican que
quienes usan este medio de transporte ahorran tiempo y dinero, y evitan abordar
un vehículo público para adentrase en el tráfico y cruzar por uno de los dos
puentes cercanos y llegar a su destino.
Como “la vida
está dura para todos”, aseguran que por el momento no pueden incrementar el
pasaje porque la gente constantemente se queja del alto costo de la canasta
básica.
Desde entonces, y
con tan solo nueve años, aprendió a remar “parado” la yola de madera hecha por
su padre, para que cuando él no estuviera se encargara de llevar el sustento a
la casa. Al vivir en extrema pobreza, dejó de estudiar para dedicarse
totalmente al trabajo de cruzar personas por el río.
En similares
condiciones creció Ricardo Canó, quien también se dedica a este rudimentario
servicio de transporte desde hace 38 años, siendo el mayor de seis hermanos y
quedar huérfano, aprendió a remar porque no tuvo la facilidad de estudiar,
después de criar a sus hermanos, creó una familia que depende totalmente de los
ingresos que recibe al transportar personas en el río. “Yo he pasado mucho
trabajo, y mediante este empleo he mantenido a mi familia”, dijo.
Ambos “yoleros”,
sin demostrar cansancio por el tiempo que tienen dedicándose a conchar en yola,
levantándose en horas de la madrugada para transportar a decenas de personas
que necesitan cruzar del barrio La Ciénaga hasta El Dique, relatan que los
tiempos no han cambiado para los que se dedican hoy a este tipo de trabajo, ya
que cuando iniciaron esta labor el costo por cruzar un pasajero pasó de cinco a
10 y luego a 15 centavos. Hoy día cuesta RD$15.00.
Por la
precariedad en la que viven y por no haber estudiado, Santiago y Ricardo sabían
que el concho en yola era un trabajo de bajos ingresos y que sólo les serviría
para sustentar, sus necesidades básicas.
Sus ingresos al
día, tomando en cuenta que no usan combustible y dependiendo el flujo de
pasajeros cuando están en su turno de trabajo, oscilan entre RD$900 y RD$800.
José Peña y Raúl
Hernández pasan la mayor parte del tiempo a orillas del río Ozama, en el sector
La Ciénaga, a la espera de que lleguen usuarios al inusual servicio que
ofrecen. Ellos transportan personas de una orilla a otra, por el módico precio
de diez pesos.
Hace años, los viejos transportistas del “concho” acuático cobraban cinco y diez centavos por un pasaje acuático. Con la galopante inflación los precios también subieron, de 25 centavos a 50, y luego cinco pesos, hasta situarse en diez.
Después de tantos
años en el afán de llevar y traer gente de una orilla a otra, la actividad del
transporte acuático en el río Ozama está amenazada con desaparecer. Como la
vida misma, languidece cada día, igual que la fuente de agua que lo sustenta.
En el año 2015 se
observa una imagen de Yacquelin la yolera, haciendo la historia de cómo ella se
gana la vida, transportando personas en este rio Ozama.
En la parte más
baja del Simón Bolívar, allí donde convergen los ríos Ozama e Isabela, entre
las bolsas de basura, hierbas y lilas enredadas, flotan las 5 yolas de Carmen
Lidia Marcelino, mejor conocida como Yaquelín.
Yaquelín, una
yolera, que comenzó a los 17 años a cruzar gente de un extremo del río al otro,
continúa 42 años después, ganándose la vida de la misma manera. Parece perderse
en su propia historia al recordar el pasado: “fue Dagoberto Tejeda quien me
llevó donde don Corporán de los Santos, y él me dio un cheque para comprar mi
yolita, todavía anda un poco de madera de esa yola por ahí”, cuenta con brillo
en su mirada y una fugaz sonrisa.
Viviendo a la
orilla del río, tenía que mantener a sus hijos como le fuera posible, llevaba
sanes, con el dinero que se ganaba cruzando pasajeros. Poco a poco compró más
yolas, para que su familia le ayudara a llevar el pan a casa.
“Los tiempos son
distintos, años atrás era difícil salir del barrio de otra manera que no fuera
en la yola, pero ya no es lo mismo. Uno sale desde la mañana, a cruzar lo que
Dios manda, algunas veces se consigue algo, otras veces ni para un café”,
narra.
El trayecto dura
unos siete minutos, en donde los robustos brazos de Yaquelin evidencian la
energía y el tiempo invertido en este trabajo.
Pareciera ser
automático: se quita sus chancletas, se sienta en la segunda tabla de la embarcación,
que puede verse crujir ante su peso. La yola desafía las hediondas aguas del
Ozama, que se cuelan poco a poco en el fondo hasta mojar los pies de los
tripulantes, pero la yolera toma un galón cortado por la mitad y se apresura a
sacar el agua de la barca.
Sus yolas descansan en la ribera del afluente, que también es su patio, donde las personas que solicitan su servicio la van a buscar. “Ahora sólo tengo fijas tres personas, que vienen por la mañana, a veces viene otra gente”, dice. A 15 pesos el viaje, las personas son cruzadas a Los Tres Brazos.
“Allí hay una
ruta de guagua que lleva a La Feria, también a Los Minas y así, a veces hay
gente que me vocea desde Los Tres Brazos para que le vaya a buscar, también uno
cruza los tanques de gas”.
Este trabajo le
genera un ingreso ínfimo. Los 45 pesos de sus tres clientes fijos, son el único
capital seguro para pasar el día. Conseguir algo más lo deja a la suerte de
Dios.
De los 8 hijos de
Yaquelín, sólo uno llegó a segundo de bachillerato, los demás no terminaron la
educación básica, pues se pusieron a “yoliar” para ayudar a su madre.
Tres de sus hijos
viven con ella, Santiaguito, el más joven, tiene 19 años y se va con su padre a
pescar en el río. Kelvin de 20 años, que toma la yola para buscar hojas de
pencas de coco con las que hace artesanía y Ana Iris, la menor de las 4
hembras, que ayuda a su madre a cruzar pasajeros, cuando hay.
Ana Iris a sus 24
años, tiene tres hijos. La mayor, María Liss, de 9 años, se divierte tomando
los remos, desde muy chiquita, a tal punto que ya es toda una experta. “Ella me
dice, mamá yo te quiero ayudar, déjame buscarme para mi refresco”, comenta con
orgullo Yaquelín.
A pesar del poco
dinero que gana y de que a veces no se levanta nada, ella continúa cruzando
gente: “yoliar es el único trabajo que hay, por aquí no hay nada más. Una vez
me puse a vender desayunos, me lo cogían fiao y nadie me pagaba. Aquí no hay
dinero, la gente es igual de pobre que uno”.
Antes trabajaba
como capataz de una pequeña isla, que se encuentra entre el río Ozama e
Isabela. Cuando nos acerca a este lugar, su rostro parece cambiar. Al pisar la
isla de La Esperanza, Yaquelín se convierte en otra mujer, una de esos cuentos
pintorescos que recuerdan historias pasadas. Conoce cada uno de los árboles.
“Yo sembré todo esto, aquí habían algunas matas que son viejísimas“.
Yaquelín sabe que
el río está contaminado, pero al igual que muchas personas del lugar, no tiene
alternativa para sobrevivir: viven de la pesca, del reciclaje del plástico que
llevan cañadas y desagües, de atrapar cangrejos y de la cría de cerdos en la
misma orilla del río.
Esta humilde
mujer, tiene toda su vida allí y no parece conocer otro mundo. Al preguntarle
si tiene sueños o aspiraciones, se ríe y responde: “claro, como todo el mundo”,
pero mira al río, como si las oscuras aguas del Ozama, esas que acarician sus
remos desgastados, se hubieran tragado sus sueños.
Con más hijos que
bienes, esta yolera es sólo una muestra de la realidad que se vive en estos
barrios empobrecidos. La ausencia histórica de políticas públicas por parte del
Gobierno, ha sido sustituida por acciones individuales de comunitarios y de
organizaciones como el Comité Para la Defensa de los Derechos Barriales
(Copadeba) y Ciudad Alternativa, quienes además del aporte directo que
realizan, buscan la inversión real y definitiva por parte del Estado; a fin de
terminar de una vez por todas con la pobreza y la desigualdad que se vive en
estos sectores.
En yolas se
movilizan decenas de ciudadanos por el río Ozama
Usan yolas como
transporte público.
En un grupo de
yolas que hacen de transporte colectivo, cientos de ciudadanos movilizan a
decenas de personas diariamente entre los barrios de Gualey y Los Tres Brazos a través de las aguas del
río Ozama.
Joaquín Alcántara
es uno de los usuarios de este medio transporte en el que diariamente se
desplaza a su destino.
Pese al
funcionamiento del Metro y el Teleférico, muchos de los residentes en la ribera
del Ozama prefieren las taxis acuáticas
por ahorro de tiempo y de dinero.
Son tres las
pequeñas embarcaciones que en calidad de yola–taxis movilizan unas 60 personas
diariamente. En algunos días, el número se eleva a 80, dependiendo de las
actividades que se desarrollen a ambos lados del afluente.
José Antonio Moreno logró sacar a flote a su familia gracias a su trabajo diario como yolero, en el que ha transportado pasajeros desde hace 52 años.
Moreno destaca
que incluso sus servicios llegaron a ser solicitados de noche, ante alguna
emergencia.
Pese a los
riesgos que representan estas frágiles
embarcaciones, para muchos, es la mejor y más rápida opción para cruzar
el río.
Hace unos 18 años
cuatro pasajeros murieron al virarse la yola intentando cruzar el afluente.
Pese al peligro
que reviste este medio de transporte, sus usuarios afirman que continuarán
utilizando, mientras represente un ahorro económico y de tiempo.
Ruddy Camacho, de
42 años, trabaja de lunes a sábado, en horario de 6:00 de la mañana y 5:00 de
la tarde. Asegura que el día que no trabaja se siente incompleto y cansado.
Moviliza
pasajeros en una yola a un costo de 20 pesos por persona
En una pequeña
yola amarilla con la pintura un poco rasgada estaba sentado Ruddy Camacho, un
"yolero" que ha vivido casi 20 años trasladando personas de un lado a
otro en uno de los ríos más contaminados del país: el Ozama.
Aunque en el
principio del trayecto la barca comenzó a temblar por la fuerza que él hacía
con los dos remos rosados, segundos después todo se balanceó. El río estaba
calmado y aunque hacía sol, este no entraba a la yola, porque estaba techada
por varias lonas impermeables.
Fue en un recorrido
de 12 minutos desde la orilla del Ozama (del lado de Los Guandules) hasta el
otro lado de Los Barrancones de Los Mina, que el hombre contó un poco su
historia:
Ruddy antes de ser yolero se dedicaba a limpiar
botas en Los Guandules. En el año 2000 conoció a Guillermo, un amigo que
falleció, y quien en vida lo entrenó para remar en el río, oficio que ha sido
su sustento.
Primero cobraba
tres pesos, luego fue aumentándolo a cinco, 17 años después, cruza un máximo de
dos pasajeros por 20 pesos cada uno, a veces llega a ganar cada día un
aproximado de 700 pesos.
Según dice, ni
las aguas del río ni la chatarra ni la contaminación lo han enfermado. Se ha
hecho inmune a las enfermedades que este provoca porque casi toda su vida ha
estado en el área, aunque confesó que desearía que el acuífero sea más limpio
para ayudar al medioambiente.
De lunes a sábado
trabaja desde las 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde, y según afirma, el
día que no labora se siente incompleto y cansado.
Considera que ha vivido una larga vida. A los seis años se mudó del sector Los Arenosos, San Francisco de Macorís, hacia el barrio Los Guandules, ubicado en el Distrito Nacional.
Nunca fue a la
escuela. Sin embargo, se considera como un hombre de buenos modales. Cuando era
pequeño soñaba con ser abogado porque considera que es una profesión de su
agrado.
Su madre ha sido
un gran apoyo, dice que nunca la hizo pasar malas noches. Recuerda que en su
infancia, cuando le daba hambre y no había qué comer, preparaba un vaso de agua
de azúcar y se dormía.
A varias esquinas
de las yolas está la calle Central. Allí hay dos casas pegadas, en una vive
Ruddy y en la otra su madre, ambas son
verde.
Ruddy vive solo y no tiene hijos. Su casa es de
zinc y madera. Tiene pegada una frase en la puerta que dice: “Jesús es mi rey y
mi amigo”, algo que habla de lo creyente que es.
Allí pasa sus
días libres. Cuando no trabaja usualmente se queda tranquilo en su hogar
bebiendo café, mientras se acuesta en su mueble a ver noticiarios, porque le
gusta estar enterado de las noticias.
“Yola Taxi”,
importante medio de transporte en río Ozama
La vida de muchas
personas transcurre con mucha normalidad a cada lado de la ribera del río
Ozama, al tener que cruzar a cualquiera de los dos lados los usuarios no
temen transportarse en una “Yola Taxi”,
que aparte de lo rápido y barato, es un modo de socializar con vecinos que
diariamente se reúnen en éste medio de transporte.
Yoleros del Ozama temen desaparecer con entrada en servicio Teleférico de Santo Domingo
Un recorrido por el rio Ozama, las orillas del rio está llenas de basuras. El Señor Danilo Amparo, quien conduce una barquita, para transportar pasajeros de una orilla, al otro extremo de del rio, explica que las personas que viven alrededor son muy inconscientes porque aunque, el camión de la basura da asistencia y la gente siempre tira los desechos al rio.
Yoleros que se ganan el sustento de sus familias
mediante el transporte de pasajeros por el río Ozama temen quedar desamparados
con la entrada en funcionamiento del Teleférico de Santo Domingo, que está
programado para octubre próximo.
Estos hombres,
que se ganan la vida a base de remos en un medio de transporte que data desde
los primeros pobladores de Santo Domingo que se transportaban en cayucos y
canoas, estiman que con la modernidad del Teleférico y el Aquabus llegó su
final.
Por eso, antes
que eso ocurra, claman a la Unidad Ejecutora para la Readecuación de La
Barquita y Entornos (Urbe) y al presidente Danilo Medina tomarlos en cuenta
como rutas alimentadoras, tras señalar que hacen una labor social y económica.
Danilo Amparo,
presidente de la Asociación de Yoleros del Río Ozama, muestra preocupación por
sus compañeros unos 30 en total y sus familias, quienes podrán quedar
desplazados por la modernidad.
Amparo, quien
lleva 40 años en el oficio, señala que cobran 20 pesos por persona que
transportan en yola, pero que muchas veces tienen que conformarse con diez
porque es lo único con que cuenta el usuario.
La ruta. Lo
máximo que transporta una yola son diez pasajeros, en una ruta que se mueve
básicamente entre los barrios La Ciénega y Los Guandules, del lado del Distrito
Nacional; y el Dique y ribera del Ozama en Santo Domingo Este.
Quienes utilizan
este medio de transporte son los chiriperos, aunque también hay familias que se
mueven de un lado a otro del Ozama, sin que se produzcan accidentes.
No importa que el
río esté crecido: como quiera la gente utiliza la yola porque resulta más
barato y llegan más rápido a sus destinos, narra Amparo, mientras transporta
pasajeros a fuerza de remos.
Los pasajeros.
Carlos Concepción abordó la yola de Danilo Amparo en el puesto de La Ciénaga
con dos cubetas de tilapias que vendería en el Ensanche Ozama y Los Mina.
Yenny Pérez se
subió a la yola en un puesto de Los Guandules con dos niños, uno de cuatro años
y otro de uno, sin temor ninguno, ya que estima que este medio es más seguro
que salir a la avenida a tomar un carro o una guagua,
Urbe. El proyecto
de transporte acuático identificado como Aquabus, que hasta llegó a ser
licitado por Urbe no ha sido descartado por completo, de acuerdo a su director
ejecutivo, José Miguel González Cuadra.
Estima que el
proyecto podría ser retomado pero para ello se necesita que el río Ozama esté
en mejores condiciones, por asuntos de seguridad.
Precisa que para
ese proyecto hay que tomar en cuenta la situación de las márgenes para acceder
a los botes y a las estaciones.
“Nosotros sí lo
que estamos haciendo en La Nueva Barquita y en la Vieja Barquita, ahora en
Domingo Savio es dejando preparado las estaciones para en algunas de ellas
poder empezar a funcionar”, expone González Cuadra.
Aprovechar río.
Explica que todas las ciudades del mundo donde existe un río este se utiliza
como vía de transporte, además de que resulta de bajo costo, ya que no hay que
construir vías, electrificar, entre otros beneficios, lo que lo hace quizá el
más barato.
El empresario
González Cuadra considera que por lo menos se puede aprovechar el tráfico
artesanal que existe para que desde
Domingo Savio se pueda formalizar y generar un tráfico importante.
Eñla actualidad, año 2021, José Manuel
Polanco cobra RD$25, como medio de sustento y también para ayudar a sus
clientes a cruzar el río Ozama en yola, desde el barrio La Ciénaga hasta El
Dique.
Este negocio
permite ahorrar tiempo a sus pasajeros quienes evitan abordar un vehículo,
adentrarse en el tráfico y cruzar por uno de los dos puentes cercanos.
Lo que el yolero
no sabe es que su rudimentario servicio está en la carpeta de gente con una
visión macro que entienden que el hoy contaminado río Ozama tiene una vocación
turística y de vía para transporte público.
Yola taxi uno de
los transportes más antiguos
La yola taxi uno
de los transportes menos convencionales, pero que se ha hecho parte de la
tradición para los residentes entre
ambos lados del río Ozama.
La vida de muchas
personas transcurre con toda normalidad a cada lado de la ribera del río
Ozama, al tener que cruzar a
cualquiera de los lados, los usuarios no temen montarse en una yola
taxi, que aparte de rápida y barata, es un modo de socializar con vecinos que
diariamente se reúnen en el medio transporte marítimo.
La parada que
está del lado de la ciénaga, es conocida como la parada piquete. El joven José
Manuel Polanco conocido por todos como Carlos, y quien lleva siete años
trabajando como yolero, explica cuando y como nace este servicio.
Por solo RD$15
los usuarios explican qué significa para ellos este medio de transporte, que
muy lejos de asustarles, es la oportunidad de compartir con vecinos de ambos lados.
Los
transportistas marítimos o yolas taxis se preocupan de que sus usuarios puedan
llegar a tierra firme y en excelentes condiciones.
Ver cómo se
transita marítimamente hacia el lado del Dique, mejor conocido como la otra parada.
Carlos, indicó
que diariamente son más de 12 horas las
que trabaja en el transporte acuático cruzando a pasajeros de un lado al otro.
Para el lunes 7 de junio de 2021, publicaré en la Historia del Río Ozama Las Pescas.
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