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Historia de Los Mina : Juan Sánchez Lamouth persona destaca de Los Mina Capítulo (30,2-12)





Juan Sánchez Lamouth

 

Amigos lectores, sabían ustedes que uno de los poetas más brillantes que tenía la Republica Dominicana, vivía en Los Mina.

 

Nos referimos a Juan Sánchez Lamouth quien nació el 29 de junio de 1929, vivió durante un largo tiempo en Los Mina y Murió a causa de trastornos de salud provocados por el alcohol y de su vida un tanto desordenada prematuramente el 18 de noviembre de 1968. 

 

De familia proveniente de Martinica es un significativo poeta de origen muy pobre que supo elevarse para cantarle al pueblo de la ciudad y el campo, pero desde una visión culta.

 

El poeta de la aldea, el más grande de los cantones de Los Mina y de su mundo, creador de verdaderas joyas poéticas que describían situaciones de la realidad de los años de la dictadura de Trujillo.

 

Su libro “El pueblo y la sangre” mereció el Premio Nacional de Poesía Gastón F. Dedigne 1964.

 

Así también en la Feria del Libros El Taller Literario Juan Sánchez Lamouth (1982) con la accesoria de Miguel Jiménez y la dirección de Miguel Antonio Jiménez, ha tenido una participación en El Pabellón de Autores Dominicanos. 

 

En Los Mina un Taller Literario lleva su nombre y en el 1980 se reunía todos los domingos  4 a 6 de la tarde en la Ermita San Lorenzo Mártir  de Los Mina un lugar histórico de Santo Domingo Este poco conocido, forma parte de los tesoros de la ciudad, justamente el lugar donde don Ignacio Martínez Herrera  fundara Villa Teshalia en el 1950 cuando contrajo matrimonio con la señorita Teshalia Robert.

 

En una ocasión le dijo a Mateo Morrison ´´Mateo, pero tú crees que solamente es Pablo Neruda. Vete a la Librería América y cómprate un libro de un poeta que se llama Cesar Vallejo´´. Yo lo compré y desde ese momento entiendo que esos dos son los poetas que más admiro.

 

No devolvía los libros de poesía que le prestaban, y cuando de una acera a otra, en la calle El Conde, Ramón Francisco le voceaba: ¨Lamouht, devuélveme mis libros¨, el respondía: ¨Los libros no son de nadie, la cultura es de todos¨´. Y eso era exactamente lo que él creía, que los libros no son de nadie, y que la cultura es de todos.

 

Hay una anécdota que Andrés L. Mateo dice en su escrito que Juan Sánchez Lamouth “le hizo asumir gritando, en medio de una borrachera, a pleno pulmón, pidió a sus amigos que cuando él muriera, si le ponían su nombre a una calle, nos orináramos en ella para refrescarle el camino.

 

El siempre miro a la muerte con desdén. Hay dos calles que llevan su nombre, Dios sabe que a veces lo hago’’, también hay una Biblioteca Pública ubicada en Villa Duarte con su nombre.

 

Obras publicadas:

 

Brumas (1954), Elegía de las hojas caídas y 19 poemas sin importancia (1955), 200 Versos para una sola rosa (1956), Memorial de los bosques (1958), 50 cantos a Trujillo y una oda a Venezuela (1958), Canto a las legiones de Trujillo y otros poemas (1959), Los perros (1959), Otoño y poesías (1959), Granada rota (1960), El pueblo y la sangre (1959), Sinfonía a Juan Pablo Duarte (1966). 

 

Cuentan quienes conocieron el poeta que a este le gustaba caminar grandes cantidades de kilómetros, desde Los Mina hasta la Universidad Autónoma Santo Domingo.

 

Adoraba las peñas poéticas y la lectura en grupo, disfrutaba de comer yaniqueques en cualquier esquina de la ciudad acompañado de un buen mabí de bejuco.

 

Por considerarlo importante para la publicación del Poeta de Los Mina,  sacamos  algunos datos escritos sobre Juan  Sánchez Lamouth, en un artículo publicado en el periódico Hoy el 1ro de marzo de 2005 Por Reginaldo A tanay desde Nueva York.

 

Sánchez Lamouth, entre los pocos empleos públicos que tuvo, uno fue el de recibidor, en la Dirección de Rentas Internas, cuando la oficina estaba en el Palacio de Borguella, frente al parque Colon.

 

El otro empleo fue el de guardián del Parque el Faro, que estuvo en la parte del Malecón llamada Paseo Presidente Billini esquina a la calle 19 de Marzo. 

 

Era un hombre espontáneo en persona y en poesía. Muchos de sus libros fueron editados por la Editora del Caribe, C. por A., cuando de ella era el administrador Elías Arbaje Ramírez. 

 

Los libros que publicó allí el poeta, fueron ‘’de balde’’. Don Elías ordenó que no le cobraran un chele para que Sánchez Lamouth, luego, se defendiera con la venta de los ejemplares.

 

Era espontáneo en su producción poética, y en la vida diaria. Como la vez aquella en que pasó un susto tras el cual consiguió una casita en el barrio de Los Mina.

 

Fue la vez en que se asomó al dictador Rafael L. Trujillo, cuando éste hacia uno de sus habituales paseos por el Malecón de Santo Domingo.

 

Sánchez Lamouth, siempre usaba saco pero era él abandonado; y no se preocupaba por lucir bien. Al aproximarse a Trujillo, los de la escolta lo agarraron y físicamente lo agredieron. Trujillo ordenó que lo dejaran tranquilo. Y que lo dejaran hablar.  

 

Y el poeta habló: Jefe, es que esta gente son una vaina. Yo, lo que soy es un jodido y quiero que usted me ayude. Trujillo río de buena gana, y ordenó que ´´lo atendieran´´.

 

El poeta vivía en un rincón de aquel barrio de Santo Domingo y le dieron ''su casita'', Juan Sánchez Lamouth siguió trabajando la poesía y los tragos. 

 

El 26 de febrero de 2016 La organización comunitaria Los Olvidados, anunció su respaldo a la propuesta hecha por el taller Literario Juan Sánchez Lamouth a la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) para que la parada de la segunda línea del Metro de Santo Domingo Este, que se construye en la avenida San Vicente de Paul Esquina Fernández de Navarrete, lleve el nombre del destacado poeta caribeño. 

 

El comunicador de Los Mina Daniel Santana, afirma haber conocido a Juan Sánchez Lamouth, el poeta en los Mina. 

 

Daniel me confirmó, que el poeta vivía en la calle Ñ, esquina Horacio Ortiz Álvarez, frente al liceo Ramón Emilio Jiménez, en la casita que le había dado Trujillo.

 

El comunicador también me dijo, que el poeta tenía un carro muy viejo marca Peugeot, en el cual de vez en cuando conchaba, y que casi siempre lo hacía bajo el efecto del alcohol y esto le produjo el recrudecimiento de la enfermedad que padecía, él era diabético y el médico le aconsejaba que no debía seguir tomando alcohol, pero no le hizo caso y eso provocó la aceleración de su muerte.



"Juan Sánchez Lamouth": nombre para parada del metro cercana a bomba de Los Mina.


Taller Literario Juan Sánchez Lamouth inició la petición a la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Opret) de una estación del Metro que lleve el nombre de Juan Sánchez Lamouth

 

Resulta que una de las paradas de la  la Linea 2B del Metro, será en el sector de Los Mina, justo en la avenida San Vicente de Paúl esquina Avenida Fernández de Navarrete, a un par de manzanas de la casa en que vivió el más grande poeta de la Zona Oriental: " Juan Sánchez Lamouth". Como taller literario, y siendo una de las muy pocas organizaciones en promover el valor trascendental de la obra de este autor entre los dominicanos,  queremos que esta parada lleve su nombre.

 


 

Nació en Los Mina, Santo Domingo, el 24 de junio de 1929 y falleció en el 18 de noviembre de 1969, con apenas 39 años de edad, debido a problemas hepáticos provocados por el alcohol y su estilo de vida desordenado.

 

Poeta a carta cabal. Proveniente de una cuna muy humilde, desde corta edad mostró su inclinación por la poesía, la cual cultivó cual el más versado representante de este género literario, a pesar de sólo haber completado un quinto grado de educación básica.

 

Su gran amor por la lectura, y teniendo a César Vallejo como su ideal poético, rompió con todas las barreras de la extrema pobreza y la vida bohemia que le servía de marco vivencial, sobreponiéndose a las adversidades para desarrollar una línea que escapaba de lo ordinario y nadaba entre las formas cultas de la poesía.

 

Fue víctima de la discriminación, tanto por su origen social como por el color de su piel, y podría decirse que estas aberraciones raciales fueron aprovechadas por él como matices para que sirvieran de marco conceptual a su obra.

 

Supo transitar con cautela entre las faldas de la dictadura del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien le obsequió una humilde morada, luego que el tirano fuera advertido del gran poeta que era Sánchez Lamouth.

 

Fue un cantor que se caracterizó esencialmente por pregonar en su obra el dolor del pueblo. Los que le conocían y le escuchaban hablar de su aldea, sabían que se refería a su natal Los Mina. Debo destacar que tres de los escritores que más conectaron empáticamente con él fueron los laureados Premios Nacionales de Literatura, Mateo Morrison, Diógenes Céspedes y Andrés L. Mateo.

 

Juan Sánchez Lamouth formó parte de Los Independientes del 48, cuya línea escritural coincidía con la denominada Generación del 48, compartiendo espacios con otros grandes de literatura quisqueyana como Marcio Veloz Maggiolo, Rodolfo Coiscou y Ramón Francisco, entre algunos más.

 

Es considerado hoy día como el más importante de nuestros poetas malditos.

 

En su haber bibliográfico se pueden apreciar los títulos poéticos Brumas (que fue su primera obra, publicada en el 1954); Elegía de las hojas caídas y 19 poemas sin importancia; 200 Versos para una sola rosa; Memorial de los bosques; 50 cantos a Trujillo y una oda a Venezuela; Canto a las legiones de Trujillo y otros poemas; Los perros; Otoño y poesías; Granada rota; El pueblo y la sangre; Sinfonía vegetal a Juan Pablo Duarte. 

 

Cabe acentuar que uno de sus poemas más resonantes entre los poetas nacionales que conocen su obra, lo es Canto al presentido petróleo de mi patria. Notables autores dominicanos recogen su obra en importantes antologías, como son los casos de Mateo Morrison, Miguel D. Mena y Franklin Gutiérrez, por sólo mencionar algunos.

 

Juan Sánchez Lamouth fue merecedor del Premio Nacional de Poesía Gastón Fernando Deligne, en su edición del 1964, por su obra El pueblo y la sangre. También fue objeto de reconocimientos por colegas suyos de gran notoriedad, como fueron los casos de Domingo Moreno Jiménes (Padre del Movimiento Postumista) y Franklin Mieses Burgos (figura cimera de la Poesía Sorprendida).

 

Entre las muchas anécdotas lúdicas que giran en torno a la memoria de Juan Sánchez Lamouth, Andrés L. Mateo narra una en la que, estando nuestro poeta invitado en medio de una borrachera, le gritó a pleno pulmón a sus amigos suplicándoles que cuando él muriera, si le ponían su nombre a una calle, se orinaran en ella para refrescarle el camino.

 

El poeta Mateo Morrison afirma que los poemas políticos de Juan Sánchez Lamouth contrastan con muchas actitudes que tomó en su vida; por ejemplo, el poema Tarjeta presentación donde arremete contra la oligarquía, parece escrito por un radical y no compagina con las dedicatorias hechas por él a personeros de la reacción, en muchas de sus obras; sin embargo, sería injusto decir que no manifestó en su vida y en su obra, inquietudes sociales.

 

La discriminación de que fue víctima racial y social, marcaron su obra.

 

Por otra parte, el poeta Benito Manuel, miembro activo del Taller Juan Sánchez Lamouth, es de opinión que desde que conoció la obra de ese insigne poeta, penetró en él como un volcán, por lo cual se define como Lamouthiano de los pies a la cabeza, considerando a Sánchez lamouth, uno de los grandes poetas dominicanos, un cantor del dolor y la tristeza, dueño de unas metáforas e imágenes poéticas extraordinarias.

 

Finalmente, el escritor Andrés L. Mateo cuenta con tristeza que Sánchez Lamouth se aparecía temprano los domingos, con una bolsa en la que llevaba dos Malta Morena (Bebida conocida como alimenticia entre los dominicanos) y un tarro de leche condensada, con el rostro tomado por el orgulloso dolor que no se declaraba.

 

El desamparo era en ese momento, la trama de su vida, pero como Petrarca y Virgilio, tenía su musa inspiradora que era la carne de su pensamiento. Se llamaba Margarita y estaba postrada en un sanatorio de tísicos, como corresponde a cualquier novia de un poeta maldito. Ataviado con la única vestimenta impecable que le conocía, lejos de toda broma ritual, se despedía para ir a ver a Margarita como si se marchara a cumplir una misión en la que la gloria emboscaba al amor.

 

https://elnuevodiario.com.do/trayectorias-literarias-dominicanas-juan-sanchez-lamouth-2/?amp=1 

 


 

Juan Sánchez Lamouth: un prototipo de la tristeza

 

Una calurosa tarde del presente año, mientras curioseaba por las estanterías de mi biblioteca personal; me encontré con el tomo “Presencia de los Frutos”, selección poética de Juan Sánchez Lamouth.

 

El libro es pequeño en extensión, (para ser más exacto posee poco más de 155 páginas); no obstante, mientras devoraba la atrapante obra, encontré una gran extensión, la bastante como para disfrutar de todo un año, quizá más… La amplitud del compendio no radica en el total de las páginas; como también suele pasar en los escritos de los grandes de la literatura universal, todo yace en su contenido: la poesía del poeta, de quien vengo a dedicarle el presente trabajo.

 

La poesía de Lamouth tiene vida propia:sufre, palpita, pregona el sufrimiento en cada verso. En ella, danzan libremente la pobreza por entre el merengue de la soledad, la miseria, la mortal hambruna, la vida aldeana (Los minas); la opresión.

 

En sus poemas, en su mayoría de arte menor, una ritmicidad un tanto mortuoria y funeral nos salpican los oídos del corazón. Sus metáforas, están cargadas de un profundo simbolismo: único, vivaz, pintoresco (termino que suelo utilizar constantemente para nombrar las metáforas dinámicas y sentibles).

 

Desde la primera hasta la última línea, nos encontramos con este hombre orgullosamente negro, que a la vez somos todos los hombres, cuyo destino ha sido afrontar los avatares de la vida. Sólo mirar, reflexionar y callar —que me disculpen los maestros en la gramática por la cacofonía intencional—; es su diario vivir. Los naranjos, los rosales, los bosques, el viento, la lluvia; el sol, el alba, el río y el crepúsculo están encallados en la poesía de Juan Sánchez Lamouth; son el arma mate de su esteticidad.

 

Cuando los escritos de Lamouth entraron en su adultez, se agregaron a todo lo expuesto, los temas que embriagan la poesía de muchos de los grandes poetas: el tiempo como maltrato, la muerte como el verdadero paraíso, el cuestionamiento a Dios por la mísera vida de los hombres en un mundo despreciable como prototipo del infierno. 

 

A continuación, su poema “Ventanas Humildes”:

 

¡Oh ventanas de aldeas…!

 

¡Oh ventanas humildes…!

 

Donde día por día se asoma la miseria, de la ciudad os miran como los ojos ciegos que nunca ven el cielo, ventanas dulces, templos del silencio silvestre, en su cansado adentro desgranan los dolores sus salmos más oscuros.

 

¡Oh ventanas solemnes!

 

donde mi voz acostumbra hablarle a los rosales,

aquí el amor contempla los panes sumergidos

con su fondo de cielo y árboles frutales.

 

La lluvia os bendice ventanones mohosos de mi querida aldea,

santificados en Dios que nunca mira el fastuoso esplendor de las ciudades.

 

El “Nunca tuve nada” desde aquí es más precioso, suena como florido repicar de campanas.

 

¡Oh antañonas ventanas…!

olorosas  a cielos sin enojos, os bendigo en las horas de mis penas al ver que en sus umbrales sin sonrisa, día por día se asoma la miseria.

 

El presente poema, que en su primera lectura me provocó una gruesa lágrima, irradia indigencia desde el primer año último verso. Como mano absoluta del desposeído, el poeta crea un ser postrado en la ventana de una destartalada y carcomida vivienda. Desde su templo, este ser reflexiona sobre su realidad, mientras pierde su vista en su polvorienta aldea.

 

Allí, se encuentran sus ojos con la pobreza hecha persona: niños harapientos, sol quemante, calles sin asfalto, vendedores que deambulan para no se sabe donde, etcétera.

Este hombre, que mira desde el rosetón, a pesar de su crítica situación es feliz, porque está en espera de la muerte…

 

Cabe destacar que, gracias a poesía de Juan Sánchez Lamouth, he aprendido a venerar la naturaleza, los árboles, la vegetación.

 

Nuestro maltrato hacia la vida vegetal, fue una preocupación para el poeta. Cada flor, azucena o bosque húmedo, cobra vida propia.

 

A continuación su magnífico poema  “Naranjos”:

 

Chorreando azahares de sus verdes follajes se encuentran los naranjos bajo la tarde de oro; entre la brisa vibra una campana oculta la cual viola el ensueño de un pájaro canoro.

 

A sus sombras calladas descansan dos lebreles, lebreles que ladrando desprecian a la luna…

 

El ambiente está lleno de blancas mariposas y emerge aquel perfume de rosa en la laguna.

 

Los naranjos parecen poetas trasnochados a quienes las estrellas coronan de amor; cuando un poeta entona versos por los naranjos el alma se torna como un naranjo en flor.

 

Mirándolo exhibir sus frutos amarillos crece mi fe preciosa como una primavera y al alba cuando en éxtasis oteo el horizonte cantándole me pueblo de una sin par quimera.

 

Dulce cuadro es el instante en que ruedan las hojas; el viento tiene manos de podador sonoro…

 

A esa hora en mi mente se graba la belleza de los verdes naranjos bajo la tarde de oro.

 

A sinceridad, querido lector, ¿este poema no le dio deseos de alejarse de su vida rutinaria, e irse para el campo y postrarse bajo la sombra de un naranjo a apreciar la belleza que Dios nos ha otorgado? 

 

Más de un sinnúmero de pintorescas metáforas, este escrito es más una oda a los naranjos como objetos de belleza absoluta.

 

La metáfora “bajo la tarde de oro” es el corazón de esta poesía. Hace alusión a un día hermoso, lleno de paz, de cánticos sonoros y angelicales de aves, del cantar de las hojas con las voces del viento. 

 

También, se ha de apreciar la comparación de los naranjos con un poeta, como profeta de lo caótico, lo espléndido…

 

¿Qué es para Juan Sánchez Lamouth un poeta?

 

El autor, considera al poeta como un ser supremo, como un ángel que profesa la hermosura. 

 

La poesía para Lamouth era más que un juego de palabras bonitas. 

 

El lenguaje poético es el lenguaje del alma, de lo que no expresan las palabras verbales. Es por ello, que en su poema “Consideración”, el autor sitúa que no todo poema escrito es un verdadero poema, haciendo alegoría a las disgregaciones que ha sufrido la poesía en el pasar de los años.

 

A continuación, dicho poema:

 

Escribir un poema

 

es tener en el alma algodones del cielo y en el dedo meñique el anillo del tiempo; amanecer soñando con los puentes del viento que nos hacen cruzar cantando el mar del Universo.

 

No todos los poemas escritos son poemas.

 

El poeta es un ángel que camina en la tierra y su voz se levanta como copo de incienso.

 

Un poema es la síntesis de decir lo supremo.

 

Poeta es el que canta como Poe a su cuervo, poeta es el que escribe hablando con los muertos.

  

Trayectorias literarias dominicanas (El Nuevo Diario),

 

Ryan Bladimir Santos

 

Ryan Bladimir Santos Roque (Salcedo, provincia Hermanas Mirabal, 20 de septiembre del 2000). Estudia Educación Básica en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), recinto Santiago. 

 

Ha sido animado, reconocido y felicitado por numerosos escritores, críticos y poetas de país.

 

Pertenece al taller literario Virgilio Díaz Grullón de Santiago, cuyo director es el poeta y gestor cultural Enegildo Peña, igualmente forma parte de la literaria Miercoletras, dirigida por el laureado poeta y ensayista Juan Matos.

 

https://foroescrito.com/biografia-de-juan-sanchez-lamouth/

 

 

Juan Sánchez Lamouth, en el recuerdo…

 

REGINALDO ATANAY


 

Uno de los poetas modernos más prolíficos, con que cuenta ahora la literatura dominicana, se llama Juan Sánchez Lamouth. Quien sepa que el vate murió hace años, a temprana edad, nos dirá: «Pero… él se murió hace tiempo». Para el bregador de poesía, de arte… no hay muerte; como tampoco para el místico.

 

Y en definitiva, para quien cree en la vida, no hay muerte. En la muerte creen los que siguen teniéndole miedo al cuco. Y… a ellos mismos.

 

Juan, partió al otro lado de la vida, cuando tenía cuarenta y pico de años de edad; y… un pico pequeño. Dejó una producción asombrosa.

 

Nos honró con su amistad, y compartimos infinidad de tragos y recitadera de poesía en los recovecos que están repartidos en la colonial ciudad de Santo Domingo de Guzmán.

 

En una sola noche. Bueno, no, en unas cuantas horas de una noche, Juan escribió un libro de poesías completo, que nos causó una honda impresión, por su pureza poética, por su espontaneidad… y sin rebuscaderas de palabras. No estamos seguros si ese libro fue «Otoño y Poesía». Porque como no hemos sido dados a guardar recortes periodísticos de los que escribimos, casi nunca sabemos lo que publicamos en tal o cual fecha.

 

Pero una vez nos comunicamos con el querido amigo ya ido, el escritor, poeta e investigador mocano Julio Jaime Julia, y le pedimos de favor (Julio vivía la poesía y la música constantemente) que consiguiera ese escrito nuestro, sobre Sánchez Lamouth, hace años, en el suplemento literario de El Caribe, escrito que luego, el mismo poeta, al gustarle, que lo puso como prólogo en no de sus libros. Nos lo hizo llegar. Y de los pocos recortes que guardamos con fruición, ése es uno.

 

Ese libro de que hablamos, Sánchez Lamouth lo escribió… «durante media botella de ron», que fue lo que nos bebimos y, a veces, acompañados de una vela, porque en el sitio, la luz falló. Porque «en aquel tiempo» -como casi ahora mismo-no había para más.

 

Sánchez Lamouth tenía un amor platónico hacia la doctor Josefina Pimentel Boves, quien a la sazón era gobernadora de la provincia de San Cristóbal. Casi todas las semanas, el poeta «levantaba» los pesos necesarios, para ir a la casa de la gobernadora, quien lo trataba con cariño; un cariño que siempre Juan buscó y que pocas veces encontró en su medio ambiente. Allí iba a hablar de poesía… y a comer.

 

Porque el poeta hizo un curso avanzado de pasador hambre; como muchos de su especie.

 

En uno de esos viajes a San Cristóbal, parece que un trago le hizo una mala jugada… y lo estropeó un auto, fracturándole una pierna.

 

Años después conocimos en Nueva York a la doctora Pimentel Boves, de quien nos hicimos amigos, y nos sentimos «como si hubiéramos sido amigos siempre». Una mujer de temple, con don de gente. Y repartidora de cariños.

 

Le comentamos entonces, que una vez, Sánchez Lamouth nos dijo que «le gustaba» doña Josefina. Y que quería casarse con ella. Pero él no se atrevía a decírselo. Doña Josefina rió a mandíbula de batiente y repuso: «Si, ombe, pero ¡imagínese usted! Yo lo admiraba como poeta, como persona, pero nada más. Lo veía quizás como a un hijo, pues era un alma noble».

 

Quizás el espíritu del poeta hizo que la amistad nuestra con doña Josefina creciera un poquitín, ya que sosteníamos esporádicos encuentros, cuando ella venía a Nueva York, y ella se hospedaba en la casa de nuestra madrina de matrimonio eclesial, Minerva Bernardino.

 

Porque en casa de doña Minerva, Luz y nosotros nos casamos por la iglesia, con la bendición de nuestro hermano del alma, el presbítero Milton Ruiz. E interpretó la Marcha Nupcial, de Mendelson, al piano, otro carísimo amigo: Oscar Luis Valdez Mena. Y hubo una sesión de alegría inconmensurable con esos y otros amigos, entre ellos otro a quien queremos y admiramos: Rafael -Bullumba- Landestoy.

 

Sánchez Lamouth, entre los pocos empleos públicos que tuvo, uno fue el de recibidor, en la Dirección de Rentas Internas, cuando la oficina estaba en el Palacio de Borgellá, frente al Parque Colón.

 

El otro empleo fue el de guardián del Parque del Faro, que estuvo en la parte del Malecón llamada Paseo Presidente Billini esquina a la calle 19 de Marzo.

 

Sánchez Lamouth fue un hombre espontáneo en persona y en poesía. Muchos de sus libros fueron editados por la Editora del Caribe, C. Por A., cuando de ella era administrador Elías Arbaje Ramírez.

 

Los libros que publicó allí el poeta, fueron «de balde». Don Elías ordenó que «no le cobraran un chele» para que Sánchez Lamouth, luego, «se defendiera» con la venta de los ejemplares.

 

A veces, cuando nuestra menta vaga por los espacios siderales, hurgando, y «metiéndose en lo que no le importa» enviamos uno que otro mensaje de cariño fraterno a ese hermano de trago y sonrisa perenne.

 

Porque, así como era espontáneo en su producción poética, espontáneo lo era en la vida diaria. Como en la vez aquella en que pasó un susto tras el cual consiguió una casita en el barrio de Los Mina, en el sector oriental de Santo Domingo.

Fue la vez en que se asomó al dictador Rafael L. Trujillo, cuando éste hacía uno de sus habituales paseos por el Malecón de Santo Domingo.

 

Sánchez Lamouth siempre usaba saco, pero era él desgarbado y abandonado; y no se preocupaba por lucir bien. Al aproximarse a Trujillo, los de la escolta lo agarraron y físicamente lo agredieron. Trujillo ordenó que lo dejaran tranquilo. Y que lo dejaran hablar.

Y el poeta habló:

 

Jefe, es que esta gente son una vaina. Yo, lo que soy es un jodido y quiero que usted me ayude.

 

Trujillo rió de buena gana, y ordenó que «lo atendieran».

 

El poeta vivía en un rincón de aquel barrio santodominguense… y le dieron «su casita».

 

Y Juan Sánchez Lamouth siguió trabajando la poesía (y los tragos).

Hasta su muerte.

 

https://hoy.com.do/juan-sanchez-lamouth-en-el-recuerdo-2/




Próxima publicación será la biografía de Manuel A. Rodríguez (Rodriguito)

2 comentarios:

  1. Un comentario a medida tinta.

    Aveces no entiendo porque somos dejado a dejar fuera los más importantes y nutrientes hechos de algo que no proponemos comentar.

    La verdad era, que Juan Sánchez Lamur era un vagundndo igual que yo.

    Lo recuerdo como si fuera Ahora, su viejita madre tenía un puesto de ventas de mabi.

    En su casa, al lado de Lola.

    Eran casa de abeto cemento, construidas por El presidente Rafael Leónidas Trujillo en el 1953.

    Recuerdo que la revuelta del 1965 Juan Sánchez Lomoour, Gustavo Rosario y Wiche Sobrino de Pirindingo que todavía hoy vive, al lado de la Escuela Elvira de Mendoza, pasaron tomando romo, frente a la panadería San Antonio, de ahí Cabarets y cabaret.

    Yo tenía de edad 16 años, pero ya hecho un cabaretero también.

    Éramos un grupos de parrandero, unos más adultos y otros más jovensuelos.

    Juan no era dado al aceo, el tiempo para conchar en su destartalado carro Maco y los tragos no le dejaban mucho tiempo para el aceo personal.

    Este grupo de cabaretero eran guapos, machos de verdad, recuerdo a Carey que era soldador y también conchaba en un carro peg. También destartalado, capota blanca.

    La mamá de Juan Sánchez Lomoour era una señora te altura bajita, con la pierna izquierda fracturada pero con una soldadura por el tiempo mal, le quedó un hueso sobre otro hueso con un sobresaliente.

    La viejita tenía un jauría de de perros chihuahuas, que cuando íbamos a comprarle los mabi, eran los perros quienes nos recibían.


    Recuerdo que el médico le aviso a Juan Sánchez Lomoour, que no podía seguir tomando alcohol, porque ya le abia dado un preinfarto.

    El no hizo caso y continuó con los tragos, y esa fue su muerte.

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